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El entrenamiento de fuerza y su repercusión en la mujer

Unas veces queriendo y otras sin querer, hablamos de pérdida de peso cuando nos queremos referir a pérdida de grasa. En otras ocasiones, nos referimos a pérdida de grasa sin querer involucrar una pérdida de masa muscular. Esa disyuntiva nos indica la, todavía reticencia, de pensar que el entrenamiento de fuerza es para hombres. Esa imagen de gimnasio de barrio, sudor, hierros, camisetas pegadas y venas por doquier. Así que hablemos del entrenamiento de fuerza y su repercusión en la mujer.

Sucede que en ocasiones decimos, “como equilibradamente, sano, pero no pierdo peso”. El binomio “ejercicio-alimentación” es la clave para dar respuesta a muchas de esas preguntas. La falta de ejercicio unida a una sana alimentación podría desembocar en una pérdida de peso, pero veríamos que la masa muscular también disminuye. Es aquí donde el entrenamiento de fuerza (con todas sus variantes) toma importancia ya que repercute también positivamente en las mujeres.

Un mínimo de trabajo de fuerza evita la pérdida de masa magra y la reducción del porcentaje de grasa, se mejora la composición corporal. En la mujer tiene una especial relevancia por su menor cantidad de testosterona (hormona anabólica fundamental), con lo que debería ser uno de los primeros “medicamentos” a tomar, si su objetivo es perder grasa, pero no perder musculatura (que degeneraría en “flacidez”).

Aquellas mujeres que apenas realizan actividades de fuerza, basadas más en ejercicios cardiovasculares de baja intensidad (ejemplo: andar, paseos en bici, etc.) en comparación con aquellas sometidas a mayor intensidad y tensión mecánica, muestran una mayor diferencia a nivel de porcentaje de grasa y perfil muscular, en beneficio hacia las segundas.

La repercusión positiva en la mujer del entrenamiento de fuerza está demostrada así que no lo olvidemos, es clave para poder conseguir nuestros objetivos.

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