¿Cuánto importan las calorías?

¿Cuánto importan las calorías?

Anda que estas preguntas no os la habéis hecho alguna vez o la habéis escuchado. ¿Las calorías cuentan?, ¿sirve contar las calorías?, ¿todas las calorías son iguales?, ¿cuánto importan las calorías?

Pues bien, las calorías son una forma de medida energética, por lo que nos viene bien para poder hacer cálculos en cuanto a la energía que gastamos y consumimos. Una caloría es la energía necesaria para elevar en 1 grado centígrado 1 gramo de agua.

Si, todas las calorías cuentan, pero no todas son iguales. Esto es lo más esencial.

Un ejemplo práctico para darle forma a mi frase anterior es la siguiente comparativa: mil calorías de brócoli y mil calorías de refrescos. En ambos casos, la cantidad energética es la misma, mil calorías. Sin embargo, la manera en la que impactan las calorías del brócoli en mi cuerpo es muy distinta a las de los refrescos. Las calorías que provienen de esos refrescos hacen que nuestro metabolismo reaccione de una manera, como por ejemplo, elevando la insulina para poder introducir los azúcares en las células.

Si esa persona tuviese una patología asociada, como la resistencia a la insulina, el impacto será más importante, ya que se almacenaría más cantidad de grasa que una persona que no tenga esa falta de sensibilidad insulínica.

En resumen, quedarnos en el simplismo mecanicista de que todos se reduce a comer menos calorías de las que consumes para perder peso, o comer más calorías de las que gastas, para aumentar peso.

“Todas las calorías cuentan, pero no todas son iguales”

Tiene parte real (necesitamos estar en superávit o déficit calórico), pero si no sabemos el origen de esas calorías no vamos a poder organizar, planificar y saber qué va a ir ocurriendo en esa persona.

Si me preguntáis qué es lo más importante que debería saber un especialista en nutrición, diría absolutamente que, “conocer la fisiología del cuerpo humano y su funcionamiento”.

El metabolismo manda y las hormonas son las guías. Por mucho que sepamos la composición de un alimento, su aporte calórico y el tipo de actividad física, si no sabemos cómo interactúan esos nutrientes en nuestro organismo, no vamos a poder trabajar en condiciones.

Este es otro claro ejemplo de por qué no funcionan las dietas milagro, que suelen caracterizarse por restricciones calóricas grandes que aseguran una pérdida de peso. Y es que sí, pierdes peso con esas dietas, sin duda, pero ¿a qué precio?

Pues el hecho de no tener en cuenta el tipo de nutrientes (macro y micro), además de dejar como elemento secundario el entrenamiento, provoca unos efectos nefastos en el organismo.

“Somos el resultado de nuestros hábitos”

En las primeras fases se pierde peso por esa falta energética, aunque con el tiempo el gran puzzle de hormonas, sistemas reguladores y órganos se irán ajustando para afrontar esa falta de alimentos, la carencia de algunas vitaminas y minerales, el bajo aporte de algunos macronutrientes que ha ido acarreando pérdida de masa muscular o una reducción de la velocidad metabólica. Todo lo que al inicio parecía que funcionaba, acaba siendo una tortura global. Aumento del hambre, ansiedad, fatiga, pérdida de sueño, etc.

Y sí, si todo eso aun así se mantiene, acabarán apareciendo otras patologías (estrés, dolores, atracones, bajones emocionales, etc.).

Hay varios estudios donde se muestra las grandes diferencias en el comportamiento humano, cuando a dos grupos de personas se les daba el mismo aporte calórico, misma cantidad de calorías. Lo que se diferenciaba es que un grupo tenía comida real y al otro grupo de comida procesadas y ultra procesadas. El mensaje y conclusión fue claro: las personas que comen alimentos reales y completos consumen menos calorías finales en una dieta, que aquellas que tienen un programa de alimentación basado en alimentos procesados y ultra procesados.

Todo en nuestro interior está intercomunicado. Se suele decir que, “Somos lo que comemos”, aunque a mí me gusta más decir, “somos el resultado de nuestros hábitos”.

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